La ciudad de Pasaia no se parece a ninguna otra.

Es un lugar donde el mar y la tierra se encuentran, y se puede sentir en cada bocanada de aire salado.

Las calles están bordeadas de casas de piedra que miran a la bahía, y no hay nada como ver a un pescador en su rutina diaria mientras uno se dirige al trabajo.

El puerto bulle de actividad, pero también es lo suficientemente silencioso como para oír a las gaviotas graznar por encima.

Hay una sensación de aventura que te hace sentir vivo, y es difícil no querer quedarse para siempre después de haberlo experimentado por ti mismo.

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